Capítulo 1: Un sueño tonto
Fuera de la ciudad, Preparatoria CEFI.
El fuerte sonido de la campana de la escuela, anunciando el fin de las clases del día, resonaba por
las aulas de la preparatoria…
—Bueno, se acabó la cla…—Justo cuando pronunció la mitad de la oración, todos los estudiantes
ya tenían un pie fuera del aula, todos hablando e ignorando al profesor.
—Bueno, era obvio que, siendo viernes se quedaran. Bueno… — Serío en su mente por lo dicho,
percatándose de que solo una persona estaba todavía juntando sus pertenencias, siendo un chico
de unos 1.70 cm con lentes, pelo abultado de color negro y sin nada más que destacara en él.
— Bueno, parece que solo uno, nunca cambiará, no importa qué. Una pena que esté en esta
escuela. — Soltando un suspiro por aquel estudiante.
Cuando el muchacho terminó, se levantó de su silla y se dirigió a la salida, sin prestar atención a su
alrededor.
—Nos vemos luego, Nicolás. — Levantando la mano el profesor se despidió de él.
Con un gesto de despedida, Nicolás levantó la mano y así se dio a conocer su nombre como
nuestro protagonista, Nicolás. Devolviendo el gesto de mano, salió de la puerta, y enseguida, se
percibió un olor bastante común en esa escuela; sí, era el olor del tabaco.
Puaj, puaj, tosiendo un par de veces para poder recuperarse de inhalar el humo del tabaco.
— Odio este maldito olor. Si quieren morir, que lo hagan, pero que no me incluyan. Desde que
introdujeron ese nuevo tabaco que es un 50% menos dañino que los demás, la gente no para de
fumar. Bueno, no solo pasa en esta colonia supongo que todas las ciudades externas. —
Caminando rápido y sin mirar mucho por los alrededores, ya que estaba infestado de delincuentes
y mafiosos, no quería involucrarse más de lo debido.
Tosió un par de veces y se cubrió la nariz con la parte del antebrazo mientras continuaba hacia la
salida de la escuela, pero parece que la vida no era tan afortunada para Nicolas ese día.
De repente, recibió un golpe en la espalda y sintió dolor. Nicolás volteó para observar a un
compañero que conocía muy bien.
— Pensé que hoy iba a ser un día sin problemas, maldito Pedro, maldito cuerpo débil. — Con un
suspiro, se preparó para lo que venía.
—No seas marica, Nicolás, es solo un poco de humo. — Pedro inhaló más humo del tabaco que
tenía y sopló unos aros de humo que cayeron en la frente de Nicolás, quien hizo una expresión de
asco.
Con una sonrisa, Pedro comenzó a caminar al lado de Nicolás como si fueran los mejores amigos.
—Nicolás, amigo del alma, ¿sabes que hoy es viernes y yo y unos amigos queremos ir por unas
cheves? Supongo que sabes a lo que me refiero. —
Con una sonrisa y todo el descaro, Pedro comenzó a buscar en los bolsillos de Nicolás, sacándole
unos 250 pesos. Nicolás, ignorando el hecho de que le estaban revisando y tocando todo el
cuerpo, estaba haciendo algo particular.
Observando el lugar en donde se encontraba, miro algunos mafiosos sentados, otros estaban
apaleando a un joven que se encontraba tumbado y agonizando, pero todo eso le era indiferente
en la mente de Nicolas.
— Si sigo por este camino y doy vuelta, habrá un lugar donde no hay piso y solo puede caminar
una persona. Mientras Pedro esté distraído por el dinero, puede hasta torcerse la planta del pie.
Bueno, tampoco me hago muchas ilusiones, solo haciendo que Pedro se caiga ya es rentable. —
Pensó Nicolás con una sonrisa.
Esta sonrisa contrastaba con la incomodidad de Pedro revisando su cuerpo.
Mientras Pedro terminaba de revisar los bolsillos y la mochila, se dio cuenta de que su pie ya no
tocaba el suelo. Cuando su pierna tocó la tierra, perdió el equilibrio y se balanceó hacia adelante,
torciéndose poco a poco el tobillo. Justo cuando estaba a punto de caer, ejerció presión en sus dos
piernas, haciendo que le sobresalieran un poco las venas de sus piernas.
—Maldito mono músculos. — Pensó Nicolas.
Pedro estabilizándose con una vena saltada en su frente y luego miró a Nicolás.
Sabiendo lo que iba a suceder, Nicolás comenzó a correr por su vida.
—Nicolás, ni pienses que puedes escapar- gritó Pedro. —
Corriendo a gran velocidad, Pedro lo alcanzó casi al instante.
—Maldita sea, ¿por qué estoy corriendo si no puedo ni aguantar un minuto corriendo? — Pensó
Nicolás mientras corría de una manera particular, como si su pierna estuviera lastimada.
Comenzó a correr por pasillos rodeados de personas fumando y tatuadas, con paredes grafitadas.
Cuando casi llegaba a la explanada para poder escabullirse entre la multitud, alguien le metió la
pierna y Nicolás golpeó su frente en el suelo, haciendo que su frente se abriera y comenzara a
sangrar.
Recuperándose del golpe Nicolás observa las gotas de sangre que caen de su frente al suelo,
observando aquella sangre, sintió como si ese segundo fuera sido eterno, volviendo del transe del
golpe, supo la seriedad de la situación y no podía quedarse mas tiempo.
Recuperando el aliento y justo cuando intentaba levantarse, sintió una patada en el estómago
quedándose sin aire, después de una bocanada de aire comenzó a toser sangre y luchando por
respirar.
—Vamos, Nicolás, resaltas demasiado, especialmente cuando corres. ¿Crees que puedes escapar
de mi escuela, que ha sido mi patio todos estos años? — Dijo Pedro.
—Denle una paliza por mí, ¿quieren? — Dijo Pedro, y le dio una última patada en la boca,
reventándole los labios.
Pedro se fue hacia la puerta, abrazando a algunas chicas y rodeado de personas que no parecían
ser tan amigables.
—Como quisiera poder levantarme y darle su merecido, pero con mi condición física, no puedo ni
correr adecuadamente. Cualquier plan que haga no servirá si no tengo los recursos para ello. —
Pensó Nicolás.
— Tan llena de personas, pero tan desolada explanada para mi eh. — Observando cómo estaba
rodeado de tantas personas simplemente acepto la situación, ojos que no tenían aquella luz de
esperanza, algo que hace mucho tiempo perdió y desde entonces ha intentado recuperar.
Los edificios académicos, igualmente descuidados, se erigían en el horizonte, mostrando señales
evidentes de un mantenimiento insuficiente. Ventanas rotas y grafitis desafiantes daban fe de la
lucha constante que se libraba en este rincón olvidado de la ciudad. A lo lejos, se podía escuchar el
eco de risas y conversaciones de otros estudiantes que, ajeno a la cruda realidad de Nicolás,
disfrutaban del respiro que significaba el fin de la jornada escolar.
Dentro de todo ese panorama se encontraba un adolescente rodeado de una multitud, algo
injusto, pero la injusticia no es un delito en este mundo si no una debilidad que se puede explotar.
Recordando cuando fue que su vida callo a este punto, estar en esta posición, estar en esta escuela
y como llego a convertirse en un simplemente ratón, esperando hacer cazado.
Llegando por un momento una imagen de aquel suceso que paso algunos años, — ¿Supongo que
fue por estas fechas no?, donde todo se fue a la mierda. —
Las sombras de las pandillas locales acechaban en las esquinas, algunas con tatuajes amenazantes
y piercings que brillaban con malicia en la penumbra, mientras que otras se agrupaban en
pequeñas hordas, sus miradas reflejando una sed de violencia inextinguible. El aire estaba cargado
de tensión, como si la violencia pudiera desatarse en cualquier momento, y Nicolás se encontraba
en el corazón de esta tormenta que se avecinaba.
—Bueno, chico, parece que te tocó mala suerte. Deberías apretar los dientes. — Con la sonrisa del
diablo y las orejas de pitbull, no quedaba más que aceptar el castigo proveniente.
No es que no quisiera hacer algo al respecto, no es que no quisiera levantarme y darle una paliza,
solo que la vida no me ha sonreído ni una vez.
Los atacantes de Nicolás representaban un espectro diverso de jóvenes, con edades comprendidas
entre los 18 y 25 años. Sus rasgos endurecidos por la vida en las calles reflejaban la crudeza de su
existencia: cejas fruncidas, miradas fulgurantes y bocas torcidas por sonrisas sardónicas. Sus ropas
eran un testimonio de la disparidad que marcaba su realidad. Algunos llevaban prendas
desgarradas y maltrechas, vestigios de innumerables enfrentamientos y luchas por la supervivencia
en este entorno despiadado. Otros, en un contraste agudo con el ambiente decadente, lucían
trajes finos, un desafío evidente a la pobreza que los rodeaba, revelando su poder y arrogancia en
este territorio.
—Supongo que toco apretar los dientes como dicen, ¿no? — Concluyó Nicolás mientras sufría las
consecuencias de la golpiza.
Mientras los agresores de Nicolás lo acosaban y golpeaban, podía sentir la hostilidad en cada
gesto. Sus semblantes permanecían inmutables, como máscaras de crueldad en medio del caos.
Sus ojos destilaban veneno y sus palabras estaban teñidas de amenazas y burlas, incrementando la
sensación de peligro que envolvía a Nicolás.
Nicolás, atrapado en medio de este oscuro y peligroso panorama, luchaba por sobrevivir,
manteniendo la esperanza de que algún día podría escapar de esta cruda realidad y encontrar un
lugar mejor para él y su madre.
—Bueno, chicos, creo que así está bien, vámonos que Pedro se acabará las cervezas antes. — Dijo
uno de los agresores, limpiándose la sangre de los puños sobre su camisa. Se fueron en dirección a
donde se encontraba Pedro y sus amigos.
Nicolás se encontraba en medio de la plaza donde se realizan los honores, sangrando y tosiendo
sangre, pero nadie se acercaba a ayudarlo. Incluso los profesores ignoraron la situación y salieron
de la escuela. Hasta que pasó el profesor que lo había saludado antes, Nicolás pensó que al menos
él podría ayudarlo, pero vio cómo lo ignoró, al igual que todos los demás profesores.
—Lo siento Nicolas solamente no tengo la fuerza para cambiar esto…— Apretando el puño con
fuerza, solo se alejó más y más del lugar.
Sintiendo una daga atravesando su pecho, Nicolás solo tuvo un pequeño titubeo en los labios
cuando cerró los ojos y apretó los puños.
— Bueno, no es como si esperara compasión de esta gente que está podrida hasta los dientes. —
el suspiro salió de su boca, pero al instante abrió los ojos con firmeza, intentó ponerse de pie,
fallando varias veces hasta que finalmente pudo hacerlo. Sonrió de manera sarcástica y comenzó a
caminar hacia la salida. El guardia, al ver a Nicolás acercarse, solo pudo agachar su gorra como si
no supiera lo que había sucedido. Nicolás escupió sangre con saliva al lado del guardia y se dirigió
hacia la parada del camión, que se encontraba a 2 kilómetros de distancia de la escuela.
Eran las 7:30 PM y Nicolás sabía que, si continuaba caminando a su ritmo actual, no llegaría a
tiempo. El camión solía pasar a las 7:35, pero generalmente llegaba a las 8:00. Tenía 25 minutos
para recorrer 2 kilómetros, pero con las condiciones de su cuerpo, solo podía avanzar a unos 2
km/h. Nicolás se dio cuenta de que, si quería llegar a tiempo, tendría que aumentar su velocidad a
al menos 3 km/h.
Los edificios que flanqueaban las calles estaban en ruinas, con ventanas rotas y pintura
descascarada, como si el tiempo hubiera dejado su huella indeleble en cada fachada. Las personas
que deambulaban entre las calles mostraban signos de adicciones, algunos con miradas perdidas y
vacías, mientras que otros se balanceaban tambaleándose, con ojos vidriosos y gestos erráticos.
—Me imagino que pensara la gente del centro de la ciudad si viniera para acá, no puedo creer que
vivamos mi madre y yo aquí. — Con un suspiro solo siguió caminando a pesar de sus heridas
Nicolás avanzaba con determinación, atravesando callejones estrechos y atajos oscuros que
zigzagueaban entre los edificios decadentes. Entre las sombras, podía ver a personas ligando,
compartiendo cigarrillos y riendo como si sus problemas se evaporaran por un momento en medio
de la desolación. Algunas parejas se besaban apasionadamente en rincones ocultos, buscando
consuelo en los brazos del otro en medio de un entorno desolado.
Nicolás observaba a su alrededor mientras avanzaba, sus pensamientos oscilando entre la tristeza
y la resignación. Las palabras de su madre resonaban en su mente, recordándole que debía
mantenerse enfocado. Cada paso que daba era una lucha contra el dolor en su cuerpo, pero
también un paso más cerca de la esperanza de un futuro mejor.
Así es, Nicolás reflexionaba mientras avanzaba por las calles desoladas. —Este mundo puede ser
un lugar cruel para aquellos que carecen de los recursos y conexiones necesarios. Si no tienes
dinero e influencia, te conviertes en presa de los más fuertes y despiadados. — Pensando en ese
futuro lejano que cada vez se estaba alejando como si fuera solo un… si, un sueño tonto.
Sus pensamientos lo llevaron de regreso a un recuerdo doloroso de su infancia y donde todo se fue
al carajo
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Comentarios
Espero les guste el inicio de esta aventura, donde intentare crecer como persona y escritor disfruten :D.
La voy empezando y que gran entrada, me gusta 🙂