Capítulo 10
Sabes que tu día será completamente diferente a los demás cuando despiertas abruptamente gracias a los ladridos desesperados de tu perra al oír la aguda bocina de una motocicleta.
En especial cuando tu cerebro logra desvelarse y reconocer esa motocicleta.
—Mierda –murmuré mientras me levanté de un salto de la cama, haciendo una mueca cada vez que los ladridos de Artemis retumbaban entre las cuatro paredes de mi habitación.
Mientras recogía de la pila de ropa escondida en el armario unos jeans y una camiseta negra, alguien llamó a la puerta.
–Cassie, cielo, ¿estás despierta?
–¡Sí! –respondí demasiado alto para mi gusto, dando saltos ridículos para obligar a mis piernas a entrar en los jeans.
–Hay una muchacha esperándote afuera. ¿Evelyn? Dice que vino a por ti.
No había hablado con la morena desde lo sucedido la noche anterior. Recordarlo todo me generaba una mezcla de calidez y nervios que jamás había experimentado, porque por más que no quiera volver a pasar por algo así… no era exactamente lo que pasó entre Evelyn y yo lo que no quería repetir.
¿Qué demonios estoy diciendo?
–¡Dile que ya voy! –grité, mi voz amortiguada por la desesperación de Artemis por salir y por la camiseta que me estaba pasando por la cabeza.
Oí los pasos de Ava desapareciendo por el pasillo, por lo que me coloqué a toda prisa las Converse negras que dejé a un lado de mi cama la noche anterior y salí a los trompicones hacia el baño. Artemis, por su parte, bajó las escaleras haciendo un estruendo que tranquilamente podría haber generado un elefante, probablemente para llegar hasta su hermano y así ambos le ladrarían a la puerta de entrada en busca de la atención del desconocido.
Una vez aseada, me revisé una última vez en el espejo antes de salir de allí, recogiendo mi celular y cartera en el camino para por fin bajar hasta la sala de estar.
Ava no era la única persona despierta en la casa. Clayton también estaba allí, inclinado contra el umbral de la puerta que llevaba a la cocina y con una taza de café humeante entre sus manos, observándome con detenida atención desde que me visualizó a los pies de las escaleras.
–¿Apurada? –me preguntó, enarcando una gruesa ceja oscura con genuina curiosidad. Por alguna razón que no podía explicar, mi pulso se aceleró levemente.
–Solo… –me volteé unos instantes hacia la puerta de entrada cerrada. –Será un momento.
Para mi sorpresa, Clayton solo sonríe, inclinando su mentón en dirección a la puerta.
–Adelante.
Ignoré mis mejillas sonrojadas y salí de la casa. Por supuesto que detener a los hermanos griegos de salir estrepitosamente a la calle iba a ser prácticamente imposible.
Ava me sonrió cuando me vio llegar. Se encontraba de pie con los brazos cruzados sobre una alegre blusa floreada, frente a una motocicleta roja oscura aparcada en la calle frente a la casa. E inclinada sobre esa motocicleta…
–¿Le importaría si me la robo por un par de horas, señora Boone? –preguntó Evelyn a mi tía, sonriendo con simulada inocencia.
Verla de pie frente a la casa de mis tíos, con esa postura tan relajada y segura, con esos pantalones negros ajustados y esa chaqueta de cuero rodeando su torso, y esos rizos moviéndose al ritmo del viento invernal… Los recuerdos de la noche anterior me invadieron de a oleadas, y pese a que creí que lo primero que experimentaría sería tristeza al recordar el ataque de pánico… carajo, solo podía pensar en ella y en lo libre que me hizo sentir en tan poco tiempo.
–Por supuesto que no –mi tía rompió mi cadena de pensamientos. –¿No quieren desayunar algo antes?
–Desayunaremos en el camino –respondió Eve por mí. –Lo tengo cubierto –agregó, guiñando un ojo en mi dirección.
Yo solo pude tragar grueso y asentir con la cabeza, regalándole una sonrisa forzada a mi tía, quien se acercó hasta mí para depositar un suave beso en mi frente.
–Escríbeme si necesitas algo. Nosotros estaremos aquí –me susurró a modo de despedida, y luego de saludar a Evelyn, se adentró en la casa, llamando a los perros.
Al principio, no parecían tener intención de irse, pero luego de que los hubiera acariciado para distraerlos de la nueva presencia, le hicieron caso a Ava e ingresaron a la casa detrás de ella.
–Siento no haberte escrito antes de venir –la morena fue la primera en romper el silencio, volviendo a captar mi atención. Había enderezado su postura, jugando distraídamente con el casco que colgaba de su brazo. –¿Cómo estás?
Cruzarme con sus ojos miel se sintió como una recarga de energía, porque sí, ayer había terminado exhausta. Ni siquiera recordaba el viaje de regreso en la camioneta de Alekei.
–Mejor –admití, rascándome el brazo porque no tenía nada mejor que hacer con mis manos. –¿Y tú?
La morena observó por unos segundos mi rostro antes de responder:
–Igual –me sonrió de lado. –Y ya no tendrás que preocuparte. No dejé que ese video llegara a ningún lado.
–¿Qué sucedió?
–Se lo borré allí mismo. Y gracias al moretón con el que se despertará hoy, créeme que no volverá a dirigirnos la mirada.
–Gracias –murmuré por lo bajo, pasando una mano por mi cabello.
Y fue entonces cuando me di cuenta de que aún lo llevaba suelto. Carajo.
La morena pareció percatarse de mi repentino cambio de humor, ya que se volteó hacia su motocicleta para tomar otro casco que no había notado hasta ahora, tendiéndomelo.
–¿Vamos a por tu camioneta?
Me quedé mirando el casco como si fuera una anomalía.
–Si quieres, puedes tomar un taxi –se burló, encogiéndose de hombros.
–Nunca… –señalé con el mentón su motocicleta.
–No te preocupes. Hasta ahora, ningún novato tuvo alguna queja cuando lo llevé en mi vehículo –me dijo, sonriendo con diversión.
Me mordí el labio inferior. ¿En verdad me estaba por subir a una motocicleta?
Al carajo, me estaba por subir a una motocicleta.
Tomé el casco y me lo coloqué.
Bueno, técnicamente, Evelyn me lo colocó. Necesité más ayuda de la que pensé.
Una vez que se colocó el suyo, cruzó una pierna por sobre su motocicleta para montarse sobre la misma. Yo la imité, con cuidado de no abalanzarme sobre ella y hacer de esto algo aún más incómodo de lo que ya era.
En especial cuando tomó mis manos inquietas y rodeó su cintura con las mismas. Mi respiración se quedó atorada a medio camino de mi garganta.
–Agárrate fuerte –dijo por sobre su hombro, y podría haber jurado que estaba sonriendo ampliamente. –Sin miedo, no muerdo con el casco puesto.
Casi me atraganto con mi propia saliva. Aún podía sentir sus labios, dientes y lengua dando un lento y exquisito paseo por mi cuello.
¿En verdad acabo de decir eso? Dioses santos.
–No iré rápido, ¿sí? Lo prometo –continuó hablando, dándole un apretón a mis manos a través del guante que cubría la suya. –Solo imita mis movimientos cada vez que tengamos que hacer un giro. Ayudarás a que no perdamos el equilibrio.
–B-bien –pronuncié con más desconfianza de la que quise. Sentí otro apretón en mis manos.
–Podremos parar cuando me lo pidas. No dudes en hacerlo si lo necesitas, ¿está bien?
Solo me limité a asentir con la cabeza, pero antes de que pudiera preguntarme si ella me vio desde esa posición, encendió el motor de la motocicleta.
…………………
Cualquier dios que me estuviera observando en ese momento parecía estar de muy buen humor, ya que pasaron dos cosas buenas: primero, que mi camioneta estaba en el mismo lugar en la que la había aparcado la noche anterior en el lago Smith, y en perfecto estado; y segundo, que sobreviví a mi primer viaje en motocicleta.
De hecho, no había estado para nada mal. Noté que Evelyn conducía con sumo cuidado, quizás con más cuidado que cuando lo hacía sola, además del hecho de que cada vez que se detenía en un semáforo en rojo comprobaba mi estado.
Me sentía segura. En una motocicleta. Con una extraña.
¿De verdad tenía el descaro de considerar a Evelyn una extraña luego de todo por lo que habíamos pasado?
En fin, al llegar a mi camioneta y devolverle el casco a Eve junto a un agradecimiento, creí que ese sería el final de nuestro encuentro.
Hasta que la escucho decir:
–¿Puedo montarme contigo? Quiero llevarte hacia una sorpresa.
Me volteé hacia ella con el ceño fruncido.
–¿Hacia una sorpresa? ¿Por qué?
–Considéralo una compensación por lo que tuviste que pasar ayer.
–No fue tu culpa –me sorprendí a mí misma al pronunciar esas palabras con seguridad. –En todo caso, el que me debería algo sería ese pervertido.
–Buen punto –reconoció, pasando una mano por su mejilla luego de haberse sacado su propio casco. –Bien, me rindo. Es solo una excusa para pasar más tiempo contigo.
Ah. ¿Y qué se supone que tenía que responder a eso? Sentí mi corazón acelerarse, y no tenía nada que ver con la ansiedad, por más raro que sonara en mi cabeza.
Con las mejillas ultra sonrojadas, tan solo asentí en silencio y la ayudé a montar la motocicleta sobre la parte trasera de la camioneta, juntando ambos cascos a un lado de la misma junto con sus guantes. Una vez en el interior del vehículo, por el rabillo del ojo la percibo sonreír de oreja a oreja al oír la radio una vez se encendió junto al motor.
–Es una buena estación –reconoció, señalando con el mentón el equipo de música mientras ambas nos abrochábamos el cinturón de seguridad.
–No la he cambiado en años –admití, observando por el espejo retrovisor mientras daba marcha atrás para salir del aparcamiento improvisado.
Una vez que nos reincorporamos en la carretera, iluminadas por el brillante sol de la mañana, la canción que estábamos escuchando finaliza para dar comienzo a otra. Reconozco casi al instante la voz del cantante, trasladándome a aquella tarde en que Evelyn y yo bailamos juntas por primera vez en medio de la feria organizada por mi instituto.
–Diablos, ¿y además pasan canciones de los RHCP? En verdad es una buena estación de radio –exclamó, moviendo la cabeza al ritmo de los instrumentos.
–¿RHCP? –pregunté, frunciendo el ceño.
—Red Hot Chili Peppers –respondió casi al instante, dando un salto en el asiento para voltearse en mi dirección. Por poco me sobresalto yo misma. –¿La banda americana de rock?
–Eran ellos los de la canción de la feria en el instituto Hawaian, ¿verdad? –me atrevo a indagar, y la sonrisa que se abre paso en los labios de la morena casi me deja sin aire. Podía jurar que sus ojos adquirieron un nuevo brillo.
–”Tell me baby” –nombró la canción con una mirada de ensoñación. –Tienes buena memoria, Chica Disculpas.
–Digamos que no pasan muchas cosas memorables en mi vida –murmuré, tamborileando los dedos sobre el volante.
–¿Estás diciendo que yo soy memorable en tu vida?
Tuve que formar una fina línea con mis labios para no sonreír como idiota, en especial por la expresión divertida en el rostro de la morena. Me limité a preguntar:
–Así que… ¿te gustan los RHCP?
—Amo a los RHCP más que a nada en el mundo –aclaró, levantando un dedo índice. –Aunque no se lo digas a mi ex, no la quiero hacer sentir tan mal –agregó en un tono divertido. No pude evitar reír por lo bajo. –Es mi banda favorita de todos los tiempos. Fueron quienes nos impulsaron a crear nuestra propia banda.
–¿De veras? –inquirí, genuinamente interesada.
–Al principio, cuando no creábamos nuestras propias canciones, nos dedicábamos a hacer covers de sus canciones –su mirada se perdió a través de las vistas que le otorgaba la ventana a su lado. –De hecho… una de sus canciones fue la que nos unió.
Su tono de voz había bajado deliberadamente, como si de repente su mente se viera invadida de recuerdos. Aguardé en silencio a que ella continuara cuando quisiera, pese a que tenía varias preguntas a punto de escaparse de mis labios.
–Nuestro… amigo, el integrante faltante, era el verdadero fanático de los RHCP. Entre él y los demás se juntaron para experimentar cómo sonarían tocando sus respectivos instrumentos todos juntos.
–¿Y tú?
–Llegué a lo último.
–¿En serio?
–Sí –una sonrisa nostálgica se formó en sus labios. No podía evitar voltearme hacia ella en cuanto me detuve frente a un semáforo para prestarle más atención. –Los encontré una noche en un bar, tocando canciones de los RHCP. Yo ya me sabía sus canciones desde hacía años. En el momento en que me acerqué al escenario estaban tocando “Dani California”. Era… carajo, es una de las mejores canciones de la banda –reconoció, riendo. –Él era el que estaba cantando, y cuando me vio… fue extraño, pero fue como si hubiéramos conectado, ¿entiendes? –asentí, pese a que por supuesto que jamás había experimentado algo así. –Me acercó el micrófono por simple curiosidad o por obra del destino o yo qué sé, y cuando me oyó cantar, me llevó a rastras al escenario. La terminamos de cantar juntos. Fue… –pasó una mano por sus rizos, con la mirada al frente. –Fue la mejor experiencia de mi vida.
Un corto silencio se instaló entre ambas mientras aceleraba una vez que la luz verde del semáforo se encendió.
–Vaya, eso es… –no tenía palabras, pero de todas formas lo intenté. –Se oye impresionante.
Evelyn sonrió aún más.
–Lo fue –coincidió. –Algún día te lo mostraré. Por una de esas maniobras del destino, lo tenemos documentado en un video que grabó alguien del público.
–Me encantaría –admití, porque, carajo, era cierto.
Nos detuvimos cerca de la entrada de la cafetería Sugary Meals, donde la morena me dijo que fuera. Aún no entendía qué hacíamos allí, en especial cuando nos adentramos para comprar un desayuno para llevar.
Solo que no eran dos desayunos; eran tres.
–¿Alguien más vendrá con nosotras? –pregunté, pensando en Emma, mientras aguardábamos a que la joven del otro lado del mostrador nos cobrara. Kiersten, la dueña del lugar, no parecía estar a la vista.
–No. Haremos de delivery para alguien más –susurró en mi oído, guiñándome un ojo una vez que se distanció.
Sin más que decir, nos volvimos a adentrar en mi camioneta con los tres desayunos. Evelyn me pasó una dirección, y sin poder averiguar a dónde me llevaría, tan solo conduje gracias a las indicaciones del GPS. Solo quedaba a diez minutos de donde nos encontrábamos.
Al llegar a la puerta de una peluquería, no pude hacer nada más que apagar el motor y quedarme mirando por la ventana.
–Sorpresa –murmuró Evelyn a mi lado. Tardé un total de diez segundos en voltearme a verla. Una sonrisa inocente curvaba sus labios hacia arriba. –Lo sé, lo sé, tendría que habértelo dicho para que tomes la decisión por tu cuenta, pero creí que se te haría más sencillo si directamente ya te encontrabas aquí –dijo, señalando con el mentón en dirección a la tienda.
–Yo… no sé si… –¿por qué tenía que fallarme la voz ahora?
–La decisión sigue siendo tuya, Cassidy –me aseguró, posando una mano en mi hombro. –Y la puedes hacer en este preciso momento, sin torturarte más a ti misma. Lo que sea que decidas estará bien.
No fue hasta que escuché todas esas palabras que me di cuenta de cuánto necesitaba que alguien me las dijera. Porque era cierto: nadie podía decir cuál sería la decisión correcta. Eso lo decidiría yo.
Tomando aire profundamente, asentí con la cabeza lo más firme que mis tensos músculos me permitieron.
–Hagámoslo.
La sonrisa que me regaló la morena me hizo sentir que todo esto había valido la pena.
–Por cierto, ¿qué hace abierta una peluquería un domingo? –me atreví a preguntar una vez nos encontrábamos frente a la puerta, con nuestros desayunos en mano. Evelyn había llamado, por lo que estábamos esperando a que nos respondieran.
–Deja que la empleada te lo explique –me respondió con una sonrisa traviesa, pero antes de que pudiera indagar más, la puerta se abrió.
–Bienvenidas, extrañas –Scarlett nos recibió con una brillante expresión de alegría. –¿Y también me trajeron desayuno? Hasta les haré un descuento –exclamó con una gran sonrisa, moviéndose a un lado para dejarnos pasar.
–¿Cómo…?
–Lo sé. En realidad, no abrimos los domingos –admitió Scarlett una vez que todas nos encontrábamos dentro. Música pop sonaba por lo bajo a través de unos parlantes. A simple vista, solo éramos nosotras tres. –Pero cuando le dije a mi jefa que posiblemente tendríamos una nueva clienta, me cedió la tienda durante todo el día.
—Vaya –murmuré, echándole un vistazo a mi alrededor. Pese a que era un espacio reducido, se veía pulcro y fresco con todas las plantas que decoraban el lugar.
Evelyn tomó asiento sobre un taburete frente a un pequeño mostrador, dándole un sorbo a su café y tendiéndome el mío. Lo tomé y la imité, casi sonriendo ante el delicioso sabor acariciando mi paladar.
–Dioses, ¿hace cuánto que no bebo algo del Sugary Meals? –divagó Scarlett en voz alta, soltando un gemido placentero al darle el primer sorbo a su bebida. –Tan exquisito como siempre.
–Nunca fallan –sentenció la morena, chocando su vaso con el de su amiga.
–Dime que trajiste uno de sus muffins.
–El de chocolate relleno de pasta de fresa, tal como mi reina desea –hizo la mueca de una reverencia al entregarle la bolsa a la peliazul, cuyos ojos brillaron más que nunca.
–Evelyn Moore, harás que me case contigo.
–Tenemos una testigo, incluso –agregó con diversión, señalándome con el mentón y guiñándome un ojo. Mis mejillas enrojecieron, pero reí de todas formas. Scarlett puso los ojos en blanco, pero en sus labios seguía la misma sonrisa.
–Bien, cariño –se volteó hacia mí, ojeando mi cabello con la mirada. –Me han dicho que te quieres hacer… un cambio de look –asentí algo dubitativa. –¿Alguna referencia en mente?
Para empezar, ni siquiera sabía que hoy vendría hasta aquí.
Scarlett interpretó mi silencio como un no.
–Tengo la perfecta solución para ti –dejó su café a un lado y, luego de darle un generoso mordisco a su muffin, me tomó de los hombros para guiarme a uno de los asientos en donde se lavaba el cabello. –¿Tienes Pinterest?
–Claro –lo utilizaba mucho cuando necesitaba inspiración para mis historias.
–Otra alma digna más –me frotó los hombros con cariño. Luego, señaló uno de los asientos. –Toma asiento. Mientras te lavo el cabello, puedes buscar imágenes de cortes que se asemejen a lo que quieres. ¿Qué te parece?
–Genial –tomé asiento, dejando a un lado mi bebida para más tarde.
Hice lo que Scarlett me pidió mientras ella se encargaba de mi pelo. No podía evitar los suspiros de alivio con cada masajeada a mi cabeza. Se le daba de maravilla. Podía sentir los nervios desvaneciéndose de mis músculos con cada masaje entre los espesos mechones de mi cabello. Casi que no me podía concentrar en la búsqueda de un corte adecuado.
¿Había acaso un corte adecuado?
Podía oír a Evelyn desde el mostrador tarareando una canción que sonaba a través del equipo de música. Entre eso y los masajes en mi cabeza, terminaría quedándome dormida.
–¿A qué se debe este repentino cambio? Si quieres contarme, claro –preguntó Scarlett mientras enjuagaba el shampoo restante de mi cabello.
Pensé la respuesta con mucha más intensidad de la que debería.
–Quiero pasar de página, supongo –murmuré, jugueteando con los pulgares sobre la pantalla de mi teléfono.
Pude percibir la sonrisa en la voz de la peliazul cuando me dijo:
–Totalmente válido, cariño. Todos hemos pasado por un cambio necesario.
Sonreí en respuesta. Era agradable que no fuera necesario explayarme tanto para responder. A veces, se podían dar pocas palabras pero justas.
Un tintineo de mi teléfono captó mi atención. Era un mensaje. Por poco creí que sería de Evelyn.
AMY: Buenos días, extraña.
AMY: ¿Cómo es eso de que me despierto y lo primero que me dicen mis padres es que te fuiste CON EVELYN?
AMY: Más te vale contármelo TODO cuando llegues a casa
No pude evitar sonreír. Hasta a mí se me hacía extraño todo esto. Imprevisto.
CASSIDY: Cuida a los hermanos griegos por mí.
AMY: ¡¿Eso es todo lo que tienes para decirme?!
CASSIDY: Ya los extraño
AMY: Le diré a Artemis que es adoptada.
Casi se me escapa una estruendosa risa. Tuve que cubrirme la boca con el dorso de mi mano. Hasta podía imaginar a mi prima aguantándose su propia risa.
AMY: Te quiero, humana desconsiderada. Espero que la pases bien <3
CASSIDY: También te quiero.
Guardé el teléfono en el bolsillo de mis jeans una vez Scarlett hubo acabado y envuelto mi cabello en una suave toalla blanca. Me guio hasta otro asiento frente a un espejo que ocupaba todo el alto de la pared frente a nosotras, por lo que me podía ver perfectamente bien de pies a cabeza.
–Antes de que se te enfríe –Evelyn apareció detrás de mí, tendiéndome mi café y el croissant de chocolate que había pedido. Le agradecí con una pequeña sonrisa.
–Muy bien –exclamó Scarlett, quitándome la toalla y comenzando a peinar mis largos mechones oscuros como la noche. –¿Ya tenemos una imagen ganadora?
–Algo así… –murmuré, removiéndome incómoda en el lugar. No me había decidido por una en particular, por lo que guardé las que más me gustaban dentro de una misma carpeta. Le tendí el teléfono a la peliazul para que le echara un vistazo mientras se tomaba un pequeño descanso para continuar con su café y muffin. Evelyn intentó asomarse para echar un vistazo a la pantalla, pero Scarlett le lanzó una mirada asesina que mantuvo a la morena en su lugar.
—Interesante decisión –murmuró más para ella que para mí. Sus ojos verdes regresaron a los míos. –¿Estás segura de que lo quieres así de corto? Será un gran cambio.
Me mordí el labio inferior. ¿Estaba segura de que lo quería así de corto?
–Seré buena amiga y te reconfortaré diciendo que esto es cabello, y el cabello tarde o temprano vuelve a crecer –continuó hablando, notando mi titubeo. Me devolvió el teléfono y pasó una de sus manos delicadamente por uno de mis mechones. –Solo quiero asegurarme de que no lo sentirás como un martirio.
Miré mi reflejo en el espejo, analizando mi largo cabello húmedo y el contorno de mi rosado rostro. Había tenido que dejar mis lentes sobre mi regazo para que Scarlett pudiera trabajar más cómodamente, pero me los coloqué tan solo unos instantes para poderme ver con más claridad.
Al carajo. Ya era hora.
No supe si algo en mi rostro delató mi decisión o qué, pero alcancé a ver el reflejo de una Evelyn sonriendo con… ¿orgullo? Y no se molestó en ocultarlo para nada, ni siquiera cuando nuestras miradas se encontraron a través del espejo.
–Adelante. Todo tuyo –termino por decir, señalando mi cabello y volviendo a quitarme los lentes. Scarlett asiente pacientemente y termina de desenredarlo con un cepillo, tratándolo con una delicadeza admirable.
Cuando separó uno de mis mechones y tomó unas tijeras, se encontró con mi mirada a través del espejo.
–¿Lista?
Tomé aire profundamente y lo dejé salir a través de mis labios entreabiertos.
Y asentí.
Scarlett me sonrió con la calidez de una madre y regresó su atención a su trabajo.
Las tijeras se cerraron, y así, el primer mechón de muchos cubría el suelo a nuestro alrededor. Evelyn no me quitaba los ojos de encima, y eso definitivamente era una buena distracción del hecho de que estaba dando un gran paso que no creí que sería capaz de dar.
Era imposible ver todos esos mechones cayendo al reluciente suelo y no pensar en mi madre. Su voz resonaba una y otra vez en mi cabeza, todas esas veces en las que colocaba todo mi cabello hacia adelante, dejándolo caer en mi pecho en prolijas ondas, diciendo: <<Así se apreciarán mejor. Mírate, igual a tu madre>>.
Y ese era el problema: no quería ser igual que ella.
Hasta el recuerdo de mi padre sonriéndonos en esos escenarios resultaba doloroso. Por tanto tiempo él no tuvo idea de las cosas que hacía mi madre en su ausencia…
Casi me sobresalté al oír el tintineo en mi teléfono. Bajé la mirada con cuidado de no mover la cabeza para no perturbar el trabajo de Scarlett.
EVELYN: ¿Todo bien?
Levanté mis ojos hasta los suyos a través del espejo. La expresión de preocupación en su rostro era tan genuina que casi me dejó sin aire.
CASSIDY: Gracias. No podría haber hecho esto sin ti. No sabía cuánto lo necesitaba.
La observé mientras leía el mensaje, siguiendo el movimiento de sus resplandecientes rizos castaños acariciando sus suaves mejillas morenas. Cuando sus ojos se encontraron con los míos, me regaló una sonrisa de labios cerrados.
EVELYN: Gracias a ti por no desaparecer.
Fruncí el ceño.
CASSIDY: ¿Desaparecer?
EVELYN: Luego de lo que sucedió ayer…
EVELYN: No te atrevas a burlarte de mí, Chica Disculpas, pero tenía miedo de que no quisieras volver a verme.
Me quedé mirando la pantalla de mi teléfono por tanto tiempo que por poco se apaga delante de mis atónitos ojos.
CASSIDY: ¿Por qué no querría?
EVELYN: ¿Me vas a decir que te agradó que te haya agarrado un ataque de pánico en medio de toda esa gente desconocida por culpa de un pervertido?
Tragué grueso. La piel de mis brazos se erizó de tan solo recordarlo, pero… ¿cómo podía decirle que lo que había sucedido entre nosotras había marcado mi noche por completo, y probablemente toda mi vida?
CASSIDY: Ya te lo dije. No eres la culpable. El pervertido es el culpable.
–¿Hablando entre ustedes mientras yo estoy aquí de pie? –la voz de Scarlett nos sobresaltó a ambas. –Les recuerdo que yo soy la que tiene las tijeras en la mano. Prácticamente soy la más poderosa de esta habitación.
Sin poder evitarlo, Eve y yo nos reímos, y tarde o temprano la peliazul se nos une, continuando con su trabajo al tiempo en que me guiña un ojo de manera cómplice.
No volví a recibir ningún mensaje de la morena, pero de todas formas nos vimos interrumpidas cuando la puerta de la tienda se abrió repentinamente. Una muchacha de brillantes y algo alargados ojos celestes y un largo cabello llamativamente rubio que caía en prolijos bucles por su espalda entró en el lugar, tomada de la mano de la pequeña Harper. Llevaba dos mechones de su cabello recogidos detrás de su cabeza con un moño con los colores del arcoíris, tan grande que prácticamente irradiaba felicidad. Incluso la amplia sonrisa en sus rosados labios pintados con un leve brillo transmitía positivismo.
Harper chilló de felicidad al localizar a su madre, quien tuvo que dejar las tijeras a un lado para recoger a la niña en sus brazos y recibir un apretujado abrazo.
–Qué adorable sorpresa, traviesilla –exclamó Scarlett, rozando su nariz con la de su hija y sacándole una carcajada. Luego, sus ojos se posaron sobre la desconocida, quien noté que se había detenido por unos instantes de más al encontrarse con la mirada de la morena.
–Eve –murmuró en un tono de ligero asombro. –No sabía que estarías aquí.
–Ayudaba a una amiga –respondió en un tono casi inexpresivo, señalándome con el mentón. Cuando sus brillantes ojos celestes se posaron sobre los míos, una tímida sonrisa se instaló en los labios de ambas.
–¿Nueva clienta?
–Eso creo –respondí entre una risa nerviosa, porque no podía evitar notar cierto cambio en el humor de la morena, como si de repente perdiera un poco de la confianza que llevaba consigo a todos lados.
–Madie, ella es Cassidy –me presentó Scarlett, aún con Harper en sus brazos. La rubia me saludó amistosamente con una mano, y yo intenté imitarla. –Cassie, ella es Madison, mi mejor amiga y compañera de piso.
–Y madrina de Harper –agregó junto a un guiño de ojo cómplice. Yo reí por lo bajo, en especial cuando la peliazul la miró con una ceja enarcada.
–Ya dejé en claro que no la bautizaría. Ya pasó la oportunidad.
–Pero Harpy sabe muy bien que yo soy madrina Madie, ¿verdad, Harpy?
Harper rió de manera casi contagiosa.
–¡Madrina Madie! ¡Madrina Madie!
–¿Esas son las cosas que le enseñas a mi hija mientras no estoy? –inquirió Scarlett, pero la sonrisa en sus labios era inevitable. –En fin, ¿qué te trae por aquí?
–Ah, eso –se reacomodó el sweater gris que llevaba puesto. Sus largas piernas estaban envueltas por unos jeans oscuros, terminando en unas botas de un rosa chicle. –Me llamaron de la oficina para un trabajo de último momento –puso los ojos en blanco, como si no fuera la primera vez que eso sucedía. –Amo a Harpy, de verdad, pero necesito entregar esto antes de medianoche.
–¿Días duros?
La pregunta de Evelyn logró sorprenderlas a todas, en especial a Madison, quien se volteó en su dirección y parpadeó un par de veces antes de responder:
–Ni te imaginas –noté como si sus hombros se hubieran relajado apenas un poco. –En dos semanas abrirá esta nueva tienda de ropa, y de repente están desesperados por obtener un logo.
–Siempre a último momento, ¿eh?
–¿Qué te digo? Hay cosas que nunca cambian –bufó Madison, encogiéndose de hombros.
–Es diseñadora gráfica –susurró Scarlett cerca de mi oído, pero su amiga de todas formas la oyó, sonriéndome con educación.
–Aún no lo soy –aclaró. –Me queda este último semestre antes de graduarme.
–Diría que eso es bastante avanzado –me atreví a decir, enarcando las cejas. Madison rió.
–Tienes razón –terminó por decir. –En fin, hace un año conseguí trabajo en esta gran empresa, y vaya, creí que sería mi gran momento, ¿sabes? –reí ante sus gestos exagerados y asentí con la cabeza. –Y resulta que ya estoy pensando en qué voy a decir cuando mi jefe me llame a su despacho para preguntarme por qué recibió mi carta de renuncia.
Todas reímos al unísono. Hasta Harper nos imitó, pese a que dudé de que estuviera entendiendo la conversación.
–¿Tan malo es? –pregunté.
–Es… una gran oportunidad para un novato –admitió, mordiéndose ligeramente el labio inferior. –Pero en un tiempo me gustaría… buscar otras opciones. No quiero terminar allí adentro por el resto de mi vida. Me gusta lo que hago, y no quiero que se arruine por culpa de la gente que trabaje allí.
–Palabras sabias, amiga mía –Scarlett se acercó hasta ella para darle un apretón amistoso en el hombro, y Madison le sonrió en agradecimiento.
–Entonces… ¿no te importa que deje a Harper aquí?
–Madie, por Dios, es mi hija. Yo soy la que debería de estarte haciendo esas preguntas –la abrazó de lado ya que Harper aún seguía aferrada a ella, y luego le señaló la puerta. –Anda, ve. Llámame si necesitas algo.
La rubia le depositó un ruidoso beso en la mejilla para luego tomar la nariz de Harper y darle un rápido apretón que la hizo reír.
–Esta noche continuaremos vistiendo a esas fabulosas barbies –le dijo con un tono cómplice, y la niña aplaudió con la inocente felicidad infantil. Luego, la rubia procedió a acercarse hasta mí para estrechar mi mano. –Fue un placer conocerte, Cassidy. Espero volver a verte en algún momento.
Era tan extraño escuchar esas palabras de un… extraño. Quizás ni siquiera se cumplan, pero… no lo sé, me resultaba agradable que al menos me lo dijera con verdadera amabilidad, y no con ese tono de sarcasmo o de <<Quiero irme de aquí lo más rápido posible>>.
–Lo mismo digo –logré pronunciar, sonriéndole con honestidad.
Cuando llegó hasta Evelyn, durante unos pocos segundos tan solo se miraron fijamente, ambos rostros completamente inexpresivos. Finalmente, Madison sonrió.
–¿Hablamos luego?
La morena tardó un poco más, pero terminó por devolverle la sonrisa.
–Dalo por hecho, Sai.
Se despidieron con un movimiento de mano y la rubia se retiró de la tienda, dejándonos nuevamente a solas, aunque esta vez con Harper. La niña, una vez se hubo bajado de los brazos de su madre, se dirigió directamente hacia una pequeña zona que parecía estar dedicada para los niños, ya que había una alfombra de colores brillantes y una mesa sobre la que posaban juegos para entretenerlos.
–¿Continuamos? –preguntó Scarlett en mi dirección, retomando su lugar detrás de mí y tomando las tijeras. Asentí en respuesta y la dejé continuar. Sin embargo, no pude evitar notar un mínimo momento en que la mirada de la peliazul se cruzó con la de Evelyn a través del espejo, y pareció como si hubieran intercambiado un pequeño diálogo silencioso.
Sí, definitivamente Madison jugaba un papel importante en todo esto.
Pero no fui lo suficientemente valiente para preguntar. Tan solo me puse cómoda sobre el asiento y dejé que Scarlett continuara arrasando con mi cabello.
…………………
–¿Ese silencio significa que no encuentras las palabras adecuadas para agradecerme por mi extraordinario trabajo? ¿O porque estás pensando en la manera más efectiva de asesinarme?
La verdad era que no estaba pensando en nada. Tan solo podía mirar mi reflejo con mis lentes puestos una vez más, girando la cabeza de un lado a otro en un intento por caer en la cuenta de que esto era real, de que mis largos mechones ondulados se habían ido, dejando un corte sumamente corto que se amoldaba a la forma de mi cráneo para después acumular un monto de cabello ondulado sobre mi cabeza, con algún que otro mechón rozando mi frente.
Mis padres, así como gran cantidad de personas en el mundo, lo catalogarían como un corte masculino. ¿Estaban en lo cierto? No tenía idea, pero era el verdadero resultado de la mezcla entre todas las imágenes que había adjuntado en la carpeta de Pinterest.
Y pese a que una parte mía quería gritar, recoger todos esos gruesos mechones del suelo y volver a pegármelos a la cabeza como fuera, mi mente por primera vez estaba… en silencio. Un silencio sepulcral.
Un silencio dedicado al último trozo de mi madre con el que decidí quedarme.
Hasta yo misma me sorprendí de la sonrisa que surcó mis labios.
–Es… perfecto –logré decir, pasando mis dedos entre las diminutas ondas sobre mi cabeza, apartándolas un poco de mi frente. Carajo, se sentía verdaderamente liberador.
–Casi me das un infarto, ¿lo sabías? –bromeó Scarlett, dándole un apretón amistoso a mi hombro.
Evelyn, por su parte… allí estaba, aún sentada en el taburete, con los labios entreabiertos y sus ojos fijos en mi imagen a través del espejo.
–Carajo –la oímos susurrar, y Scarlett le lanzó una mirada de advertencia.
—Vocabulario –murmuró entre dientes, señalando con el mentón a una entretenida Harper.
–Lo siento –sonrió con fingida inocencia y se puso de pie, acercándose hasta colocarse a un lado de su amiga. Sus ojos no se despegaron de los míos durante todo el recorrido. –Cassidy, si sales de la peluquería ahora mismo, harás que todas las mujeres que se hicieron este corte se retuerzan de la envidia cuando se den cuenta de que no les quedó tan increíble como a ti.
Sentí fuego en mis mejillas.
–¿Por qué no me dijiste algo así de bonito cuando me teñí el pelo? –se quejó Scarlett, y su amiga le enseñó la lengua a modo de burla.
–Yo… no sé qué decir –dije entre risas, poniéndome de pie para enfrentarlas a ambas. –Gracias, en verdad. Acabaste de hacer algo más que un impresionante corte.
Scarlett sonrió aún más, extendiendo sus brazos.
–¿Abrazo?
La Cassidy de hacía un mes la hubiera mirado con esa expresión de <<¡¿Qué demonios?!>>, porque con tan solo pensar en el contacto físico con una persona casi desconocida no me resultaba para nada agradable ni deseado.
Pero esta Cassidy, esta nueva Cassidy que me agradaba muchísimo más, ni siquiera respondió que sí. Tan solo acortó la distancia que las separaba y dejó que sus brazos la envolvieran, devolviéndole el gesto. Scarlett era casi unos diez centímetros más alta que yo, pero no fue difícil amoldarme a su figura, incluso cuando era la primera vez que abrazaba a una casi extraña.
–Me alegra que Evelyn te haya prácticamente encontrado –me dijo una vez que nos separamos. –Tengo un buen presentimiento contigo, Cassie. Espero que nos sigamos viendo más seguido.
–Lo mismo digo –respondí, pese a que no llegué a entender demasiado bien lo del buen presentimiento.
Durante los diez minutos siguientes, Eve y yo la ayudamos a limpiar la tienda para dejarla completamente lista para cerrar. Luego de pagarle lo acordado, nos despedimos en la entrada del lugar, y Scarlett y su hija partieron para el lado opuesto a nosotras. Ofrecí acercarlas con mi camioneta hasta algún sitio, pero la peliazul dijo que llevaría a Harper a un lugar de comida rápida que quedaba cerca de allí y que a ella le encantaba, por lo que ahora solo éramos Evelyn y yo frente a mi vehículo.
Entre las dos descendimos su motocicleta de regreso al suelo, y ella recuperó ambos cascos y sus guantes, los cuales se empezó a colocar mientras me decía:
–Sabes que no hay ningún problema con que me lo preguntes, ¿verdad?
Fruncí el ceño, recargándome contra la puerta del lado del piloto de mi camioneta.
–¿Qué cosa?
–¿Sobre la repentina aparición de la alegre mujer de moño gay? –respondió, más con un tono de pregunta mientras enarcaba una ceja en mi dirección.
–¿Moño gay?
No me había dado cuenta de que lo pregunté en voz alta hasta que la oí decir:
–Ya sabes, la bandera de la comunidad LGBTQ+ lleva todos los colores del arcoíris, casualmente los mismos del moño que Madison llevaba en el cabello.
Oh, claro. El gran moño.
–Entonces… ¿quieres que pregunte quién era?
–Supuse que te daría curiosidad, teniendo en cuenta que al principio me comporté como una imbécil –se encogió de hombros, terminando de colocarse ambos guantes. –Es mi ex.
No pude evitar enarcar las cejas. Tendría que haberlo visto venir, ¿verdad?
–Fue mi primera… ¿novia formal? En fin, la relación más seria que tuve –pasó una mano por sus rizos. –Terminamos hace unos… tres años, y digamos que al principio no quedamos en muy buenas condiciones.
–¿Ruptura difícil?
–Algo así –suspiró. –No nos veíamos hace tiempo.
–¿Incluso siendo la compañera de piso de Scarlett?
–Incluso siendo la compañera de piso de Scarlett –repitió como afirmación. –Ella sabía de nuestra situación, y fue quien prácticamente se aseguró de que nos diéramos el tiempo que necesitábamos para que se enfriaran las cosas –hizo una leve pausa, colgando uno de los cascos en el manillar de la motocicleta mientras que el otro, el suyo, lo sostenía con ambas manos, observándolo distraídamente. –No me esperaba verla hoy. Supongo que fue por eso que al principio no sabía cómo reaccionar. No quiero justificarme, solo… espero que volvamos a arreglar las cosas.
–¿Quieres… volver con ella? –vaya, Cassie, qué discreta. Casi me muerdo la lengua yo misma al oír mi propia pregunta. Sin embargo, la risa de Evelyn me tomó desprevenida.
–No, no exactamente –terminó diciendo, negando con la cabeza. –Ya no funcionamos como pareja, y no estoy interesada en eso –levantó la mirada hasta encontrarse con la mía. –Además de novias, por un tiempo fuimos muy buenas amigas. Me encantaría recuperar un poco de eso, aunque sea.
¿Por qué demonios me sentía aliviada de su respuesta?
–Eso es… muy maduro de tu parte –logré decir, ignorando el hecho de que mis mejillas volvían a estar algo sonrojadas.
–Créeme, dos años atrás no pensarías eso de mí –bromeó, aunque al mismo tiempo sonaba como si hablara en serio.
Procedió a recargarse contra su motocicleta y a cruzarse de brazos, observando por unos segundos mi cabello.
–Así que –me señaló con el mentón, una sonrisa divertida dibujada en su rostro. –¿Qué se siente tener un par de centímetros menos de cabello?
No pude evitar reír por lo bajo, negando con la cabeza.
–Un maldito alivio.
Sí, definitivamente esas eran las palabras adecuadas. Evelyn enarcó las cejas en sorpresa. Por instinto, pasé una de mis manos por mi nuevo corte, y sus ojos miel siguieron el recorrido de la misma, sonriendo aún más ampliamente.
–Me alegra que no quieras asesinarme por habérseme ocurrido esta idea –dijo en un tono burlón, y yo volví a reír. –Nunca había visto un par de ojos brillar tanto como lo hicieron los tuyos cuando te viste en el espejo luego de que Scarlett hubiera terminado.
He ahí mis mejillas sonrojadas una vez más. Me mordí el labio inferior, apartando la mirada.
–Así se ven los tuyos.
Lo dije tan por lo bajo que por supuesto que la morena no me escuchó, pero dado que una sonrisa divertida se abría paso en sus labios mientras me pedía que lo repitiera, supuse que había sacado sus propias conclusiones.
–Cuando estás sobre el escenario –aclaré, sin atreverme a mirarla a la cara. Quería que el suelo me tragara allí mismo. –Tus ojos se encandilan más que nunca.
¿Por qué demonios estaba diciendo todo eso? ¿Por qué simplemente no abría la puerta detrás de mí y salía huyendo, con el motor rugiendo a través de la calle?
Evelyn chocó su hombro contra el mío, sacándome una sonrisa.
–Ten cuidado, Chica Disculpas. Cuando tengas una larga hilera de pretendientes gracias a tu nuevo look, yo estaré al frente del todo –me guiñó un ojo, y fue como si todo mi interior se hubiera prendido fuego.
Gracias a Dios que su teléfono comenzó a sonar, evitando que dijera alguna estupidez más. La morena chequeó un instante la pantalla antes de llevarse el dispositivo a la oreja.
–Tanto tiempo, hermanita –alguien respondió. –Claro, ahora estoy libre –otro silencio. –Bien, pasaré por ti en diez minutos –otro silencio, y esta vez sus ojos viajaron a los míos, una sonrisa traviesa curvando sus labios hacia arriba. –Solo te diré que mañana, cuando vayas al instituto, te encontrarás con una Cassidy 2.0 –hasta yo reí por lo bajo, apartando la vista para no sonrojarme más de lo que ya estuve durante toda esta hora que pasó. –Adiós, chismosa. Más te vale estar lista cuando llegue.
La morena colgó la llamada, regresando el teléfono al bolsillo de su chaqueta de cuero.
–¿Emma? –pregunté, jugueteando torpemente con las llaves de mi camioneta.
–Ayer en la noche se quedó a dormir en casa de Anahí –me explicó. –Ahora me toca recogerla –se colocó el casco y se montó sobre su motocicleta. –Debo admitir que es el primer domingo que no me dan ganas de matarme al pensar que se acaba el fin de semana. Lograste lo imposible, Cassidy.
Reí una vez más, negando con la cabeza.
–Debo admitir que yo igual –Eve sonrió ampliamente al oírme.
–¿Te veo este fin de semana?
Su pregunta me tomó por sorpresa una vez más.
–S-sí, claro –me apresuré a responder, porque por supuesto que no podía disimular las ganas.
–Genial –me regaló otra de sus amplias sonrisas que al fin y al cabo resultaban contagiosas. –Dame un par de días para que se me ocurra algo. Estaremos en contacto.
–Buen viaje, y… saludos a Emma.
–Igualmente al escuadrón Amidy –me guiñó un ojo y cerró el visor de su casco, encendiendo el motor de su vehículo. Con un último saludo de mano, nos despedimos y la observé desaparecer a toda velocidad a través de la calle.
Durante el viaje de regreso a casa de mis tíos, mi sonrisa no flanqueó en lo más mínimo.
…………………
Ya era por la noche y Amy y yo nos encontrábamos despatarradas sobre el sofá de la sala de estar, terminando de ver un capítulo de una serie de Netflix. Artemis y Apollo se encontraban recostados a nuestros pies, masticando unas golosinas que habíamos decidido darles.
Por más de que lo mejor de mi día hubiera sido la salida con Evelyn, debía de admitir que la reacción de mis tíos y de mi prima al verme llegar con un nuevo look casi lo sobrepasó. Me repitieron una y otra vez lo orgullosos que estaban de que me hubiera animado a hacer un cambio tan drástico como ese, y que me sentaba de maravilla para esta nueva etapa que estaba transcurriendo.
Al principio, no entendí muy bien a qué podían estarse refiriendo con nueva etapa, pero luego mi mente repasó todas estas semanas desde ese encuentro extraño con Evelyn y sus amigos, y… sí, digamos que mi vida había dado un gran cambio.
Y lo seguiría dando. Eso era lo que más me emocionaba, para mi propio asombro.
Ya casi eran las once de la noche. Ava y Clayton ya se habían retirado a su habitación, y nosotras nos debatíamos si ver otro capítulo más o dar por terminado este inolvidable fin de semana.
Pero llegó un punto en que los bostezos eran inevitables, por lo que apagamos el televisor y juntamos nuestras golosinas para guardarlas en la alacena de la cocina. Mientras Amy se iba arriba para comenzar su rutina de noche, yo tardé un poco más para dejar que los hermanos griegos fueran una última vez al jardín antes de ir a dormir.
Al llegar a la primera planta, Apollo recibió una caricia de despedida de mi parte antes de dirigirse directamente a la habitación de su madre, mientras que Artemis seguía mis pasos a través del pasillo apenas iluminado por las luces de mi habitación y las luces de noche de la habitación de mis tíos.
De camino a la mía, no pude evitar notar eso: que las luces de la habitación de ellos estuvieran prendidas. La puerta estaba entornada, casi cerrada, pero había una pequeña rendija por donde se podía atisbar el interior. Alcancé a ver a Ava y a Clayton recostados sobre su cama, reclinados contra el respaldo de la misma y sumergidos en una conversación.
Debería haber seguido de largo, lo sé, pero me resultó casi imposible cuando oí un leve:
–…y sabes que esto no está bien. Cassidy no se lo merece.
¿En verdad podía ignorarlo cuando estaba involucrada? Fue una simple reacción reclinarme contra la pared a un lado de la puerta, fuera del alcance de sus ojos pero lo suficientemente cerca como para oírlos. Artemis se sentó a mi lado, algo confundida por mi repentino cambio de planes.
–No es a mí a quien tienes que decírselo, Clay –aclaró Ava. No sonaba como si estuvieran discutiendo, pero… se percibía algo de tensión.
–Lo sé, cariño, pero es que… –oí a mi tío suspirar. –¿Por qué? ¿Por qué, después de todo lo que pasó, no puede quedarse? ¿Qué acaso no ve todo lo que perdió?
–Clay, es tu hermano, ¿cómo puedes pensar algo así?
Supuse que estaban hablando de mi padre. Aun así, me supo amargo.
–Es que no lo entiendo, Ava –se oyó como si pasara una mano por su rostro, un visible gesto de frustración. –Yo mismo soy padre. Si mi hija perdiera a su hermano, y luego su madre decide irse… no puedo irme yo también. Simplemente no podría hacerlo.
Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza. Esas palabras prácticamente resumían mi infierno personal. Las detestaba tanto…
–¿Y no te has sentado a hablarlo con él? ¿Alguna vez le preguntaste por qué sigue haciendo su trabajo sabiendo que eso implica dejar a su hija sola luego de todo lo que pasó? –Ava hizo una pausa. –Ambos sabemos que Hollin no es un mal hombre, Clay. Y tampoco un mal padre.
–Ahora empiezo a cuestionármelo.
Mi corazón golpeaba mi pecho con cada latido. No, no tendría que estar oyendo esto. Entonces… ¿por qué mis piernas no se movían?
–Clayton…
–No puedo evitarlo, ¿está bien? –si cabía, ahora sonaba aún más tenso. –Es mi hermano, y también me preocupa que no conteste, pero… carajo, ¿por qué nos tiene que hacer pasar por esto? ¿Por qué le tiene que hacer pasar por esto a Cassidy?
<<Vete ya, maldita sea>>.
Ese fue comando suficiente. Tomé aire profundamente y acorté la poca distancia que me separaba de mi habitación. Una vez Artemis entró detrás de mí, cerré la puerta con cuidado de no hacer mucho ruido.
Esa noche no dormí nada bien. Conciliar el sueño parecía un objetivo imposible luego de repetir inconscientemente una y otra vez el pedazo de conversación que oí entre mis tíos. Porque ver la situación de mi padre desde mi perspectiva, desde la perspectiva de su hija, era una cosa; pero verla desde el punto de vista de su hermano, de su cuñada…
…era otra muy distinta. Y no me agradaba en lo absoluto, porque me hacía pensar que quizás tuvieran razón, que quizás tendría que reprocharle su ausencia cuando lo que más necesitaba era la cercanía de alguien familiar.
El problema estaba en que nadie jamás me preguntó lo que yo necesitaba, y por consecuencia, yo tampoco me lo pregunté.
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