Capitulo 1: Carta a los Humanos
Queridos humanos,
Bueno, ya saben que existo. Dejen sus guerras entre religiones. Hindúes, lo lamento, Brahma no existe; cristianos, judíos, musulmanes, olviden sus dogmas. Les escribo esta carta principalmente para pedirles perdón. Dejen de buscar el sentido de la vida, y mucho menos lo busquen en mí. No lo hay. No existe el cielo, no existe el infierno, no los voy a castigar, y la pura verdad es que fueron un error. Un accidente cósmico. Pero, si les sirve de consuelo, hasta donde sé, yo también lo fui. No sé de dónde vengo ni por qué existo. ¿Pueden imaginarlo? Su Dios, perdido en su propia existencia, como ustedes tras un turno en McDonald ‘s.
Así que, como decía: perdón. Tengo que pedirles una disculpa por no haber evitado que irrumpieran en mi plan. Fueron una anomalía que se coló sin mi permiso, un error que nunca quise. Aunque, científicos, no piensen que todo lo fue, el universo sí tiene un propósito, son ustedes humanos los que no lo tienen. Verán, creé el universo como una supercomputadora para resolver las grandes preguntas: ¿Qué sentido tiene todo? ¿Moriré algún día, y si es así, a dónde iré? y sobre todo: ¿Cambia en algo si mañana me levanto tarde? Mi máquina anterior no logró resolver las preguntas y, de hecho, se suicidó. Entonces creé su universo. Lo codifiqué con protones, neutrones, materia y energía. Y le di play. Todo iba bien hasta que un virus lo infectó. Y bueno, ese virus, son ustedes. No los creé yo; alguien los metió aquí. Sospecho de Judas Iscariote, mi antiguo intendente. Lo sorprendí husmeando mis archivos un día de verano y lo tuve que despedir.
En este momento, estoy viendo con mis abogados quién se hará cargo de la computadora si yo perezco, y lo más importante, si es factible mantenerla encendida. Pero no se enojen conmigo, humanos. Esa decisión no recaerá en mí, cuando se tome yo ya estaré… ¿con Dios? ¿Siquiera existe Dios? Maldita sea… No sé si hacerlo. ¿Y si después de mi muerte no hay nada? Perdónenme, me estoy dejando llevar. Saben, no se preocupen. Sí, es verdad, son la razón por la cual no he conseguido respuesta a mis preguntas. Pero soy empático. Si yo, Dios creador y ser omnipresente, temo por mi mortalidad, no me imagino ustedes. Sí, apelaré para que no destruyan la computadora. O, no… tal vez un antivirus limpie la máquina —mi última esperanza para obtener las respuestas que tanto anhelo. Podría eliminarlos, esperar un poco, unos eones más, y salvarme. Debo parar esto para pensarlo.
Retomo la pluma tras revolver papeles con mis abogados. Un mili-eón ha pasado desde que empecé la carta —lo que para mí se traduce en una ida al baño. Dios mío. El universo se está saliendo de control, demasiada expansión, demasiada entropía, y sobre todo, demasiados virus y nada de respuestas. Cuando empecé la carta sólo había 8 mil millones de ustedes; ahora son una conciencia unitaria, invisible a mis ojos cansados. Maldita sea… Mi esperanza del antivirus ya no tiene sentido; son tantos y han cambiado tanto que están fuera de mi control. Ahora tendré que crear un nuevo universo si quiero mis respuestas. Estoy cansado de esperar, no lo sé… ¿Qué más puedo hacer con ustedes? Han arruinado todo, y aun así, no puedo simplemente apagar la máquina y empezar de nuevo —quizás soy yo el que ha fallado. Pero a ustedes los dejaré vivir después de todo. Aunque, no se alegren demasiado, no es por mi bondad, es sólo porque me rindo ante su caos imparable.
Con resignación infinita (o lo que sea que me quede),
[Sin nombre, porque ni yo lo sé]
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